martes, 9 de noviembre de 2010

En Medjugorje Dios es el Centro de tu Vida

Me parece magnífico que en esta página (blog, creo que se dice), cada uno, a su tiempo, sin prisa, pueda contar sus experiencias sobre el acontecimiento tan extraordinario que para nuestra vida espiritual supone la peregrinación a Medjugorje.

Son muchos los tópicos que se dicen, pero el más acertado es que tienes que ir para poder entender qué es lo que allí ocurre, para poder comprender qué se siente en ese lugar. Nosotros podremos intentar transmitir nuestros sentimos, nuestra alegría, nuestro compromiso, nuestra inquietud de no poder saber responder al manguerazo de Gracia que recibes en Medjugorje.

Antes de ir a Medjugorje parece que cuando te dicen el nombre o tú intentas pronunciarlo, más que hablar es como si estuviera esputando (con perdón, pero es el nombre técnico). ¿Med …. qué? ¿Meyogu? Eso que es, tú estás loco. ¿Qué se aparece la Virgen? ¿La Gospa? Yo tengo bastante con mi Macarena, mi Virgen del Rocío, mi Virgen de Villaviciosa, que se me aparecen todos los días.

Pero cuando has sido tú el que has ido, y cuentas a la gente tu experiencia, al pronunciar el nombre de Medjugorje, se te llena la boca, y al rezar muchas veces a María, recuerdas la imagen de La Gospa, de la Virgen Blanca.

He tenido la suerte de peregrinar varias veces a Medjugorje, siempre con mi mujer, Teresa. Y mis tres hijas ya han estado allí (alguna ha repetido, ¿verdad Lola?). Y es que desde el primer momento parece que aquello estaba hecho para mí, que la Virgen se aparece por mí, como así es realmente, ya me entendéis, se aparece por mí y por todos, por cada uno de nosotros, porque a todos nos quiere por igual y para todos son sus mensajes.

Y cuando estás en esa tierra desaparecen tus preocupaciones, tus dudas, y sólo piensas en rezar. En Medjugorje Dios es el centro de tu vida y la Virgen María continuamente te lo recuerda.

He aprendido muchas cosas en Medjugorje y cada vez que vuelvo aprendo o descubro algo nuevo. Como ya me habéis oído decir, en el primer viaje me enamoré de la Virgen María. Antes de viajar allí, creía que amaba y veneraba a nuestra Madre. Gracias a Dios mi vida siempre ha estado guiada por María, pues le he rezado mucho. O al menos eso creía. Es como si hubiera tenido una venda sobre los ojos que me permitía ver algo, muy borroso, y de repente, por gracia de Dios esa venda, poco a poco se ha ido desliando. Y cada peregrinación deslía la venda una vuelta más. La famosa frase que nos trasmitió “si supierais cuanto os amo, lloraríais de gozo” no se te va de la cabeza cada vez que hablas con Ella.

En el segundo viaje “descubrí” la confesión, no es que no me confesara antes, no. El sacramento de la confesión lo había practicado con asiduidad, pero la confesión en la Parroquia de Santiago es algo especial; ni el confesor, ni el confesante, ni los que esperan para confesar tienen prisa, sobre todo porque estás deseando confesarte y mirarte hacia dentro y ver tus miserias, que son muchas. Esta última vez, me senté delante del cura y me puse a llorar. ¿Por qué? Pues no lo sé. Quizás porque te das cuenta de todo el lastre con el que vives, de toda la mentira que hay a tu alrededor y en ti mismo. Y allí eres feliz, frente a la tristeza de nuestro mundo; y no puedes sino darle gracias a Dios por lo que tienes y por haberte permitido descubrir Medjugorje, a través de la llamada de la Virgen.

Y asistimos a la aparición de Mirjana, dándote tiempo a pensar muchas cosas pues acudimos con tiempo para coger un buen sitio. Y comprendes cuán grande es el Señor, que ha permitido, permite y permitirá según su voluntad, que el Cielo se abra todos los días para que la Virgen María nos visite buscando nuestra salvación. Y la gente se pregunta que cómo es posible que la Virgen se aparezca durante casi treinta años a unos videntes incultos y en un lugar perdido de la mano de Dios. ¡Siempre poniendo límites al poder divino! ¡Qué tontería!

 Y subimos el Monte de las Apariciones (ese sí que es difícil pronunciar) y después de rezar el Rosario (¿no es verdad que ya no le da vergüenza a nadie rezar el Rosario? ¿a que no te sientes un tipo raro?) te encuentras con la imagen de la Virgen Blanca. Esa experiencia no se puede describir. Estoy deseando volver allí para ver de nuevo a la Virgen Blanca. ¡Qué paz, qué alivio y qué satisfacción!.

Sin olvidar la subida al Monte de la Cruz, tras uno de los Vía Crucis que mejor has rezado en tu vida, y el sentimiento que experimentas desde arriba.

Pero lo mejor de todo son los oficios diarios de la parroquia. A quien tú le cuentas que los oficios duran diariamente tres horas (al menos) y tú asistes sin pestañear, la gente no se lo cree, cuando aquí vamos buscando los domingos la Misa más corta. Y la Adoración. Muchas veces he pensado que los franciscanos tienen allí un cañón divino, traído por la Virgen en una de sus apariciones, y a través del ostensorio disparan cañonazos de gracia que vamos recibiendo todos los que adoramos. Es increíble.

Bueno, no quiero cansaros más, por ahora. Perdonad mi osadía.

Besos y abrazos a todos.

L. Miguel Onieva

P.D. Mercedes y Pedro, no nos olvidamos de vosotros. Seguimos rezando. Rezad vosotros también por todos nosotros.

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